Aulo Gelio, Noches
Áticas, Libro XIII
V. Los filósofos
Aristóteles, Teofrasto y Eudemo; exquisita discreción de Aristóteles al elegir
un sucesor para dirigir su escuela.
1El filósofo Aristóteles
contaba ya casi sesenta y dos años y estaba muy afectado por la enfermedad y
con escasas esperanzas de vida. 2Entonces, todo el grupo de sus seguidores se
acercó a él rogándole y pidiéndole que eligiera el mismo al sucesor que había
de ocupar su lugar y sus funciones de maestro, a quien después de su muerte
pudieran recurrir, como si fuera el mismo, para completar y cultivar con esmero
el estudio de las enseñanzas que él les había inculcado. 3Había en su escuela
en aquel momento muchos hombres aptos, pero destacaban dos: Teofrasto y Eudemo.
Estos aventajaban a los demás en talento y conocimientos. El primero procedía de
la isla de Lesbos; Eudemo, por su parte, de Rodas20. 4 Aristóteles respondió
que haría lo que deseaban cuando tuviera oportunidad de ello.
5Poco tiempo después,
estando presentes aquellos mismos que habían pedido la designación del maestro
sucesor, les comento que el vino que a la sazón bebía no era el requerido por
su salud, pues era insalubre y ácido, por lo que debía buscarse un vino
extranjero, por ejemplo, uno de Rodas o de Lesbos. 6Pidió que le procuraran ambos,
afirmando que consumiría el que mejor le sentara. 7Ellos salen, indagan,
encuentran y traen tales vinos. 8 Entonces, Aristóteles pide el de Rodas, lo
prueba y dice: “!Por Hércules! es un vino consistente y agradable”. Luego pide
el de Lesbos, 9 lo prueba igualmente y comenta: “Ambos son verdaderamente
buenos, pero resulta más dulce el de Lesbos”. 10Nada más decir esto, todos
entendieron claramente que con aquellas palabras había elegido de manera muy
fina y discreta, no un vino, sino su sucesor. Este era Teofrasto de Lesbos, un
hombre cuya dulzura era insigne tanto por sus palabras como por su vida. 11Así,
poco después de la muerte de Aristóteles todos acataron la autoridad de
Teofrasto.
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20 Para Teofrasto
de Éreso o de Lesbos, véanse notas 1,3,10 y a 2,18,8. A Eudemo de Rodas, a
quien la tradición manuscrita de Gelio denomina erróneamente Menedemo, fue
autor de obras de gramática, astronomía y aritmética (apenas se conservan
escasos fragmentos), y quizá editor de la Metafísica de su maestro. Acabó
abandonando Atenas para fundar su propia escuela en Rodas.
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