martes, 29 de junio de 2021

LA FILOSOFIA QUIJOTESCA

 Juan Manuel de Prada

Antes de derribar a don Quijote sobre la arena de la playa de Barcelona, el bachiller Sansón Carrasco (disfrazado para la ocasión de Caballero de la Blanca Luna) fija expresamente las reglas del desafío. Si don Quijote resulta vencido, tendrá que retirarse en su aldea durante un año; pero antes tendrá que declarar que Dulcinea del Toboso no es la dama más hermosa del orbe. Haciéndolo abjurar de la dama de sus pensamientos, Sansón Carrasco pretende, en realidad, que el retiro de don Quijote sea definitivo; pues un caballero que dimite de su causa se convierte en un hombre sin misión.

Pero, una vez derribado y a merced de su vencedor, con la lanza apuntando a su garganta, don Quijote, «como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma», se niega a renegar de su amada: «Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo –afirma–, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra». Don Quijote se ha entregado a Dulcinea sin condiciones, sin pedir nada a cambio, sin hacer depender su lealtad de que Dulcinea le corresponda. ¿Por qué habría de depender, pues, la grandeza de Dulcinea de la flaqueza de su brazo? No es la fortaleza de don Quijote la que ha encumbrado a Dulcinea como la más hermosa dama del orbe, no es la opinión cambiante de los hombres lo que cambia la sustancia de la verdad. La lealtad de don Quijote a Dulcinea no se ha inmutado ni siquiera cuando la ha visto convertida en una zafia labradora; así que tampoco se inmutará cuando la lanza del Caballero de la Blanca Luna le aprieta la gorja. Y es tan hermosa la determinación de don Quijote que hasta el bellaco de Sansón Carrasco se rinde ante ella: «Viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso, que sólo me contento con que el gran don Quijote se retire a su lugar un año».

Unamuno señalaba con razón que en esta escena se condensa la filosofía quijotesca. No importa si, peleando en defensa de la verdad, nos derrotan y humillan; no importa que nuestro yo caduco sea vencido, porque la verdad, donde vive nuestro yo eterno, no puede ser vencida. Y se da la paradoja de que, a través de nuestra derrota, esa verdad resplandece con mayor intensidad. Don Quijote acomete todas las empresas sin importarle la derrota, sabe aceptar serenamente el fracaso porque está plenamente convencido de la verdad que defiende. No lo mueve otro afán que actuar como valedor de esa verdad, por eso no admite transacciones sobre la misma, no adopta prevenciones ni urde cálculos, no tiembla ni se retrae. Aunque sabe que esa verdad se la discutirán todos los malandrines, aunque sabe que por sostenerla contra viento y marea será vilipendiado y escarnecido, no está dispuesto a declinar en su defensa; porque la adhesión a esa verdad en la que anida su yo eterno lo ha despojado de amor propio y de respetos humanos. Quien se guía por el amor propio y los respetos humanos acaba urdiendo medias verdades, acaba temiendo más su propia suerte –el rechazo de sus contemporáneos, la pérdida del prestigio, etcétera– que el oscurecimiento de esa verdad que ilumina sus días.

La filosofía quijotesca se resume en luchar contra el espíritu de nuestra época, aun sin esperanzas de victoria. Y para ello tenemos que estar dispuestos a llevarnos muchos coscorrones y a ponernos en ridículo, no sólo ante los hombres moldeados por la mentalidad de la época, sino incluso ante nosotros mismos. Unamuno señala muy certeramente que esta filosofía quijotesca es «hija de la locura de la cruz», donde en efecto Cristo se pone en ridículo, no sólo ante los sayones que lo escarnecen pidiéndole entre risotadas que descienda del madero, sino ante sí mismo, que podría haber accedido a esa petición con tan sólo ‘entrar en razón’; es decir, desprendiéndose de la naturaleza mortal que lo mantiene clavado a la cruz. También don Quijote podría haber evitado muchos revolcones y pesadumbres con tan sólo ‘entrar en razón’; pues, como muchas veces percibimos a lo largo de la novela, es hombre que discurre muy sutil y prudentemente y, por lo tanto, podría haber urdido cálculos para rehuir los peligros y las asechanzas, sin renegar plenamente de su verdad, aceptando tan sólo empañarla con diversos subterfugios. Pero no lo hace. Y, siendo vencido, don Quijote vence misteriosamente; convirtiéndose en el hazmerreír de sus detractores, triunfa sobre ellos.

Es una lección moral extraordinaria, pero hace falta un valor heroico para asumirla. Mirémonos en el espejo de don Quijote, aunque una lanza nos apriete la gorja, aunque tengamos que retirarnos derrotados a la aldea.

https://www.xlsemanal.com/firmas/20210628/la-filosofia-quijotesca-juan-manuel-de-prada.html/amp?__twitter_impression=true

lunes, 28 de junio de 2021

       "Es hermoso y divino el ímpetu ardiente que te lanza a las razones de las cosas; pero ejercítate y adiéstrate en estos menesteres que en apariencia no sirven para nada, y que el vulgo llama palabrería sutil, mientras aún eres joven; de lo contrario, la verdad se te escapará de entre las manos". 

         Platón, Parménides 135d

domingo, 27 de junio de 2021

Populismo educativo

El ministro de universidades, Manuel Castells, cree que "condenar a los alumnos por un suspenso es elitista, machaca a los de abajo y favorece a los de arriba". Pero hay que exigirle que deduzca las consecuencias necesarias de estas premisas. Que no se limite a escandalizarse.


Debería proponer, por coherencia, que la posibilidad de promocionar curso esté ligada a los ingresos familiares.

Por ejemplo:

1. Si los ingresos son de más de 3 veces el salario mínimo, habría que aprobar todas las asignaturas para promocionar.

2. Tres veces el salario mínimo: se puede promocionar con un suspenso.

3. Dos veces el salario mínimo: se puede promocionar con dos suspensos.

4. Salario mínimo: se promociona con tres suspensos.

5. Menos del salario mínimo: se promociona sin tener en cuenta los suspensos.

Claro que de esta manera el valor de un título también dependería de los ingresos familiares. Así que, señor ministro, ¿por qué en vez de dejarnos llevar por la retórica populista, no garantizamos para los pobres las mejores condiciones de estudio?


https://twitter.com/GregorioLuri/status/1409054958348087303

Una etapa


  
                    

               


              
                                     
       

sábado, 26 de junio de 2021

Pemán

La fanfarria comunista ha retirado la placa de Pemán divinizada en el diálogo inmortal entre el Cojo Peroche y el Beni de Cádiz, parados ante la casa del escritor. “¿Qué crees que pondrán en nuestra casa cuando faltemos, Beni?” Y la respuesta del Beni: “Se vende”.


Pemán topó una vez en Córdoba con un mendigo que le pidió una limosna para comprarse un sombrero. Arrogándose, decía, ese derecho de dar consejos cuando se da una limosna, dijo al mendigo que más valía que se comprara una rosca de pan que no un sombrero. Pero el mendigo le replicó magníficamente:

–Entonces, señorito, ¿cómo voy a ‘saludá’?

viernes, 25 de junio de 2021

¿Y los otros catalanes, Sr. Sánchez?

TEODORO LEÓN GROSS-EL PAÍS 25-06-2021

El mayor error de Pedro Sánchez no son los indultos ―habrá ocasión de evaluar el efecto de estos― sino haber ignorado a la otra mitad de la sociedad catalana excluida por el nacionalismo. El presidente ha comprado la versión completa del relato indepe, que ignora a esa mitad, sin más. Del Liceo al Consejo de Ministros, el presidente no ha tenido el menor gesto de empatía y magnanimidad hacia quienes han sido víctimas directas del nacionalismo antes y durante el procés, hasta el golpe al orden constitucional del 1-O. Y eso parecía un mínimo, no ya para un presidente de izquierdas, a quien se supone cierta sensibilidad hacia los perdedores del sistema que han soportado humillaciones de una casta dominante, sino para un presidente que vende concordia. A esa mitad de la sociedad catalana que el nacionalismo excluye de la condición de “pueblo de Cataluña”, y no sólo en los discursos más o menos de opereta al salir de prisión, ni siquiera se les cursó invitación al Liceo a través de alguna asociación. No ya en el patio de butacas, con los patricios; tampoco en el gallinero de los plebeyos. Nada. Y hay una deuda con ellos. El fracaso del 1-O debe mucho a la falta de reconocimiento internacional y al discurso del Rey, pero también a aquella manifestación del 8 de octubre que puso los focos en esa otra mitad herida de Cataluña a la que Sánchez remata ignorándolos. Esto, una vez más, ya no va de ellos.

En la sesión de control, Pedro Sánchez hizo una pregunta adecuada cuando Rufián le preguntó: “¿Qué planes tiene el Gobierno tras los indultos?”. El presidente le replicó: “¿Y qué planes tiene ERC tras la medida de gracia? ¿Qué planes tiene el Govern de la Generalitat?”. Poco después, sin embargo, aunque Rufián puso en duda la valentía de Sánchez sugiriendo que actuaba así por mera necesidad, el presidente se limitó a decir “le agradezco sinceramente sus amables palabras” y, ante la incredulidad del hemiciclo, tuvo que añadir “lo digo sin ningún tipo de sarcasmo”. Pedro Sánchez prefirió mimar a ERC perdiendo otra oportunidad de insistir en que la concordia debe empezar en Cataluña, con esa otra mitad excluida y muchas veces humillada, a la que ni siquiera se le permite estudiar en su lengua materna, que es lengua cooficial allí y lengua del Estado que hablan 500 millones de personas. Al revés. En la medida en que Sánchez trata de víctimas a los indepes ―un caso único de víctimas que son la mitad más rica de población, más ricos que quienes supuestamente los sojuzgan, a los que imponen su lengua y sus jerarquías… todo muy lógico― está convirtiendo a esa mitad de Cataluña, como al resto de España, en sus verdugos. Porque, en definitiva, donde hay víctimas, hay verdugos. Y así el relato indepe, una vez más, se impone contra toda evidencia. Ahí está la indiferencia con que el Gobierno ha gestionado una declaración del Consejo de Europa equiparando a España con Turquía, que es un precio alto. Aunque no tan alto como fallar a esa mitad de catalanes que una vez más son los perdedores del juego del poder en el tablero de la política.

jueves, 24 de junio de 2021

Félix Ovejero


Julio Valdeón-La Razón 
Nueva York- 24-06-2021 

Uno de los adalides del constitucionalismo analiza la ruptura con España

Ovejero, profesor de Filosofía Política y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, referente intelectual y moral del constitucionalismo y la izquierda en un país donde la izquierda vive obsesionada con las podridas tesis nacionalistas, publicó hace unas semanas un libro valiente y necesario, “Secesionismo y democracia” (Página Indómita).

-¿Qué le ha parecido el espectáculo del Liceo?

-Deprimente. Un Gobierno disculpándose por aplicar las leyes, desautorizando a la justicia y, por tanto, sosteniendo, apenas implícitamente, que España no es una democracia, esto es, dando por bueno el argumentario de quienes quieren acabar con nuestro Estado. Como si el gobierno indultase a La Manada y lo decorara con una teoría en defensa de la violación.

-¿El secesionismo es incompatible con la democracia?

-Una idea de democracia vinculada al contraste de argumentos, que recogen los intereses de todos, y los valora mediante principios de imparcialidad y universalidad, es incompatible con el secesionismo, por sus medios, pues este adopta el chantaje como procedimiento, el “si no se acepta lo que pido, me voy”, y por sus fines, en tanto busca romper la comunidad democrática, esto es, excluir de la condición de ciudadanos a los hasta ahora iguales. A los secesionistas les traen sin cuidado sus conciudadanos. Si apuestas por la secesión rompes el vínculo entre una comunidad de decisión y unas leyes justas. Y si apuestas por la democracia tienes que combatir el secesionismo.

-Alguien puede decidir irse, pero no llevarse lo que es de todos.

-Frente a la idea anterior, premoderna, que concebía el territorio político como una propiedad del rey, el territorio político que nace con las revoluciones democráticas es un proindiviso: todo es de todos sin que nadie sea dueño de parte alguna. Somos ciudadanos iguales en cualquier parte de la nación. Barcelona no es de los barceloneses. Ese paisaje es la condición de posibilidad de nuestras propiedades personales. Y de sus límites. Soy dueño de mi casa, pero no puedo poner una fábrica de anfetaminas.

-El planteamiento según el cual Cataluña sería de los catalanes es idéntico al que podría empujar a los ricos a pedir la independencia.

-Seguramente esos ricos tendrían una identidad compartida muy superior a la de los catalanes. La teórica identidad que podría otorgar la lengua, una lengua que por cierto, en Cataluña, no es mayoritaria, palidece frente a la identidad que proporciona la riqueza, que establece modos de reproducción, de escolarización, pautas de comportamiento, sistemas de medicación, etc., mucho más homogéneos. Por decirlo con el léxico de siempre, la identidad está mucho más vinculada a las clases sociales. Un obrero de Barcelona y uno de Madrid son dos gotas de agua. Como se parecen entre sí uno de Sarriá y uno del Barrio de Salamanca.

-Caemos entonces en las patologías de la izquierda reaccionaria, apelando a la identidad.

-La izquierda clásica, estaba asociada a una idea no vacua de progresismo, entendido como el empeño en escapar a las constricciones de origen, a las circunstancias de procedencia y sociales, a las diversas tiranías del origen. Ese es el sentido genuino del ideal de emancipación, un ideal universalista. La apelación a la clase obrera, como antes a la burguesía, era por encarnar circunstancialmente los intereses generales. La aspiración última era la de terminar con una estructura de sociedad que genera desigualdades, liquidar el enconamiento que sostiene y reproduce modelos de desigualdad, de perspectiva parcial. No se trata de cultivar identidades. La identidad en las comunidades genuinamente democráticas se produce sobre todo por sedimentación, pero no de forma planificada, de modo que, por ejemplo, nadie dictaminó que hablemos español, tampoco lo votamos, sino que simplemente nos vamos encontrando, es la forma de entenderse, eso genera economías de escala, de red, que provocan que te salga más a cuenta hablar en español. Esa identidad es el subproducto de un marco de convivencia civilizado y racional, pero no es algo que haya que establecer como norte y prioridad. La identidad a la que apelan los nacionalistas está anclada siempre en el mito y en la tiranía del origen.

-Más de una vez alude al lema de la tumba de Marat, “Unité, Indivisibilité de la République, Liberté, Égalité, Fraternité”. . .

-La nación republicana nace, precisamente, para combatir la fragmentación de la comunidad política. La unidad se justifica porque es inseparable del debate democrático, de la comunidad de iguales. Nada tiene que ver con unidades de destino. Yo no tengo ningún inconveniente en que España desaparezca, España es circunstancial, no viene desde Cromagnon. Lo deseable es ampliar mi círculo de humanidad en aras de la justicia, puesto que cualquier frontera establece un límite arbitrario a los derechos, de modo que alguien, por el simple hecho de haber nacido al otro lado, tiene menos derechos. Puede hacerse una defensa de España provisional, porque es nuestra comunidad actual de ciudadanía, pero por supuesto lo deseable es superar esos límites, ampliar el perímetro de justicia y democracia. Pero no, nunca, apostar por la dirección contraria y recortarlo.

-Los argumentos de los constitucionalistas carecen de ese ingrediente tribal, grupal y sentimental, que resulta tan apetecible para muchos.

-Seguramente es muy integrador, no sé, ser un hooligan, mucho más que apelar a la justicia y la igualdad, pero no podemos aceptarlo moralmente, aunque los procedimientos y mensajes del hooligan sean más eficaces para aglutinar o seducir a ciertos individuos.

-En el libro distingue cuatro teorías con las que han tratado de justificar la secesión.

-La primera es la plebiscitaria. Dice algo así como que cada uno es propietario incondicional de lo suyo y, por tanto., cualquier conjunto de individuos pueden conformar una nueva comunidad política con sus propiedades, si reúnen unas mínimas condiciones para que funcione. Marbella no estaría sometida a las leyes comunes y podría marcharse sin razones. Es una visión casi prejurídica de la vida civil.

-Después habla de una teoría adscriptiva…

-Viene a decir que puesto que nosotros tenemos una identidad singular, entonces tenemos un derecho a vivir aparte. En el caso de los nacionalismos que hay en España, como ninguna de las lenguas es mayoritaria en sus supuestas naciones pues acabas en prácticas totalitarias para construir lo que no existe, la nación cultural. Al mismo tiempo eso de que por ser diferentes tengan derecho a vivir separados… Los ciegos o las mujeres comparten una cierta identidad y sin embargo a nadie se le ocurre que tengan derecho a vivir diferente o separados. O los ricos… Y luego lo que dicen es que porque son diferentes tienen derecho a unos privilegios especiales, a levantar fronteras y excluir de la ciudadanía a otros. Esa es la sociedad feudal y también la idea de nación que, a partir del historicismo alemán, desembocará en el nazismo. Una ciudadanía no vinculada a derechos y libertades sino a una identidad, y por supuesto como la identidad admite grados pues habrá ciudadanos de primera y de segunda.

-¿Y la teoría de la minoría permanente?

-Es más reciente. Sostiene que la secesión está justificada puesto que los “nacionales” son minoría en España y jamás podrán convencer al conjunto de la comunidad política. La prueba de que no funciona es que muchas minorías han conseguido derechos. Empezando por los niños. ¡Incluso los animales! Por lo demás, todos somos minorías en muchos sentidos: los extremeños, los veinteañeros, los charcuteros, etc.

-Finalmente, la teoría de la reparación.

-Esta sí es compatible con la buena democracia. Si no hay democracia, si estamos ante una situación colonial, de explotación, donde tu voz es desatendida, no estás comprometido con las decisiones. Ahora, en el momento en que esa situación desaparece también desaparece la justificación. Es el fundamento del tiranicidio y la revolución. Pero en España no hay opresión. Al contrario, tanto Cataluña como el País Vasco han sido beneficiadas de las últimas décadas, y también con el franquismo.

-Pero estas cosas no hay forma de que las entiendan fuera de España.

-Influyen varios factores. Entre ellos quizá el más importante es el giro irracionalista de una izquierda con mucha influencia pública, que arranca con el posmodernismo. Muy presente en la academia norteamericana, de la mano del multiculturalismo, acentúa la fragmentación y descalifica cualquier pretensión de racionalidad al sostener que no hay posibilidad de comprensión entre gentes de procedencias distintas. El resultado es un tipo de mala teoría social dispuesta a confundir la emoción de –y la invocación a—la injusticia con la injusticia objetiva. Y nuestros nacionalistas, unos privilegiados materiales, saben mucho de presentarse como oprimidos, ante tipos que lo ignoran todo de España. Son cosas, por cierto, que invitan a la cautela cuando opinas sobre otros países, porque te dices, madre mía, si Chomsky, que no es un majadero, dice lo que dice de este país, que no diré yo cuando hablo de otros lugares…

-Algunos no están dispuesto a asumir que pueden haberse equivocado.

-Te fabricas una identidad a los veinte años por circunstancias que pocas veces tienen que ver con un proceso de fundamentación genuino, porque no quieres discrepar de los amigos, porque te gusta alguien, etc. Y a partir de ahí te pasas el resto de tu vida apuntalando, como si ese hubiera sido tu momento de mayor esplendor intelectual.

 

En contra de los indultos | Indulgencia plenaria

 


FERNANDO SAVATER-EL PAÍS

La frase más sugestiva del padrenuestro es “no nos dejes caer en la tentación”. Para cada uno de nosotros hay una tentación irresistible, de la que no podríamos librarnos con nuestras propias fuerzas. Por eso rogamos a Dios que no nos someta a esa prueba de la que saldremos inevitablemente vencidos: ¡ahórranos la derrota! Schopenhauer interpretaba ese “no nos dejes caer en la tentación” como otra súplica: “No me reveles quién soy”. Me creo recto y virtuoso, pero de repente, inopinadamente, algo me tienta y descubro los límites de esa excelencia de la que me enorgullecía, mi íntimo parentesco con el cieno, no con el cielo… Una lección que servirá para purificarme de todo orgullo, arrepentirme no sólo de lo que soy, sino de lo que —¡Dios no lo quiera!— podría llegar a ser y obtener el perdón radical, mi rectificación. Lo que pedimos en la oración fundamental es librarnos del mal, ser rescatados de nuestro parentesco con lo que la ley prohíbe. Pero no se reza para que la ley desaparezca o para que lo prohibido deje de estarlo. No conozco la psicología de Dios, pero creo que tiene fama de magnánimo: sin embargo, no rogamos de su magnanimidad que convierta lo malo en bueno, sino que nos dé la oportunidad a quienes hemos resbalado por la tentadora ladera del mal de trepar de nuevo hasta la posibilidad de lo mejor. La indulgencia que esperamos no consiste en borrar la ley, sino en borrar de nuestra alma las consecuencias de haberla transgredido.

Perdonen esta ingenua excursión por la teología amateur, pero se me hace más fácil entender el significado de la culpa y el arrepentimiento que nos rescata de ella en lenguaje religioso que jurídico: prefiero la gracia a la póliza. Hay algo no ya de asombroso sino de perverso en pretender que la concordia debe conseguirse anulando la ley y descartando la condena de quienes han hecho caso omiso de ella. Esa concordia que algunos esperan conseguir por esta vía paradójica… ¿A qué dará lugar? Sin duda a otra ley, porque el establecimiento de la legalidad es la forma de convivencia civilizada en la sociedad moderna. Y esta nueva legalidad, la que convierte la antigua tentación en mérito, tendrá también sus transgresores, a los que los magnánimos del nuevo orden deberán a su vez indultar para no incurrir en agravio comparativo. Este procedimiento socava e imposibilita el establecimiento de un fundamento legal para la sociedad española, no sólo catalana. Como se ha repetido con razón tantas veces (vamos, principalmente lo he repetido yo, pero si quiere puede usted también unirse al coro), en democracia se da el derecho a la diferencia, pero nunca la diferencia de derechos. No hay derechos distintos porque no hay ciudadanos diferentes según su origen o adscripción territorial. Por cierto, esto es lo que significa la unidad del país, no ninguna engolada trascendencia metafísica. Dentro de un solo país con una única Constitución cabe una variedad administrativa de aplicaciones legales según variedad de circunstancias. Lo inadmisible es que la aplicación de sanciones a quienes incumplen a sabiendas la Constitución y rechazan la unidad de la ciudadanía sea considerada como “venganza” o “resentimiento”.

Por lo visto el Gobierno, con gran esfuerzo inventivo, pretende justificar los indultos como medio para “fomentar la convivencia en Cataluña”. Creo que esta justificación es peor que los indultos mismos. Lo que fomenta la convivencia democrática es el respeto y el temor a la norma compartida: vivir en democracia es no tener que obedecer los caprichos de nadie, sino solamente lo establecido por la Ley. Si los arrebatos, pasiones y obcecaciones identitarias de un grupo de ciudadanos que no admiten ser iguales a los demás (y que entienden su libertad como la de no ser iguales a los otros) adquiere tanto peso en la convivencia como la pauta constitucional, la democracia legal queda suspendida —o abolida, quién sabe— para verse sustituida por una olla podrida sentimentaloide en la que bullen leyendas históricas, agravios más o menos imaginarios, diferencias culturales acuñadas como irreductibles por quienes cobran por ello, etc. La isonomía esencial del sistema democrático se trueca en una disforia cívica que lleva a la división y el enfrentamiento de la ciudadanía. Y a ese disparate criminógeno, cuyos efectos en la España del pasado reciente o algo más lejano conocemos demasiado bien, se la reviste con la hopalanda de la magnanimidad y se la arropa con el manto de la concordia, lo mismo que el bruto que espía y maltrata constantemente a su cónyuge lo hace en nombre de su irresistible amor.

El Gobierno de Sánchez se presenta a la opinión pública como forzado a tomar medidas arriesgadas por la intransigencia combinada de los independentistas unilaterales y la derecha anticatalana. Sus corifeos y coriguapos mediáticos le jalean en este dilema entre exaltados, apoyando los indultos, la mesa de diálogo y lo que venga después. Cuanta desvergüenza. La culpa de la derecha en el problema catalán es la misma que la de la izquierda, falta de resolución al aplicar las medidas legales, educativas y mediáticas efectivas que habrían podido detener el desarrollo del mal cuando aún se encontraba en sus primeras etapas. Ahora se presentan los indultos como la única respuesta al “algo habrá que hacer” frente al conflicto. Ya que no se puede afrontar realmente el mal, por lo menos tratemos de hacernos simpáticos a los malos para que sigan prefiriendo apoyar al sanchismo que desestabilizarlo provocativamente. Por supuesto todos sabemos, en primer lugar los que van a concederlos, que los indultos no tienen la mínima posibilidad de resolver nada: los indultados no piden ese beneficio, lo toman como una muestra de debilidad que se han ganado gracias a su arrogancia rebelde y no a su arrepentimiento, con ellos confirman que no deben ceder ni enmendarse, que van por el camino debido. Pero entonces, volvemos a los corifeos y coriguapos, ¿qué puede hacer el Gobierno de Sánchez, mirando a los ojos de los catalanes nacionalistas —la vicepresidenta Calvo dixit—, salvo indultarlos a ver si hay suerte y se portan bien?

Por supuesto, a los catalanes no nacionalistas, que se saben españoles y no viven de quimeras, a esos no se les mira a los ojos; y al resto de los españoles, que se quieren tan catalanes como del resto de su país, aún menos. Nadie se atreve a decir lo obvio a los mimados rebeldes: la independencia unilateral no cabe en nuestro ordenamiento legal; los coloquios con independentistas para discutir sobre lo que pertenece a toda la ciudadanía española, aún menos; a quienes insistan en la sublevación de hecho, les espera el 155, los tribunales, la condena y una pena de cárcel sin indultos. Ya se les ha aplicado una vez ese tratamiento, con mucha vaselina, y la próxima vez ho tornarem a fer pero más a las bravas. Lo demás es una pérdida de tiempo y un indebido menosprecio a los catalanes que se saben y se quieren españoles.

 

Jovanotti - Chiaro Di Luna

miércoles, 16 de junio de 2021

Respuesta a la pregunta «¿Qué es la moral del apetito?»



Sostenía yo en un artículo en la revista Claves que hay escuelas que empujan a sus alumnos «hacia una ética de la indignación y de la náusea, porque se sienten incapaces de ofrecerles una ética del apetito». Al leer estas palabras, Pablo Velasco hizo lo que todo espíritu socrático debe hacer, preguntar: «¿Qué es eso de la ética del apetito?».

Permíteme, Pablo, que comience reformulando tu pregunta, con la ayuda de El hombre que fue jueves, de Chesterton: «¿Qué hay de poético en vivir instalado en la indignación?». O, lo que es lo mismo, ¿qué hay de poético en la inapetencia?

El indignado tiene más vocación de objeto que de sujeto.

En una ocasión se puso en contacto conmigo una periodista muy escandalizada. Quería conocer mi opinión sobre un vídeo que se hizo viral en el que una niña le pegaba una paliza a otra ante la impasibilidad de sus compañeros. «Lo que me resulta más incomprensible», me dijo con el tono marcadamente jeremíaco, «es que unos adolescentes se muestren tan inhumanos que graben todo y después lo cuelguen en Internet, como si fuera lo más normal». La buena mujer, que esperaba como la cosa más natural del mundo que los dos nos hermanáramos en una empática indignación moral, se quedó perpleja cuando le respondí que estaba seguro de que en la web de su diario ya habrían colgado el vídeo. Efectivamente, así era.

Educar en la inapetencia es educar en la convicción de que, si se transforma un problema ajeno en indignación moral propia, ya se está en camino de resolverlo; que la capacidad de compadecer convalida la de pensar; que la buena intención te ahorra el bien obrar; que es posible afirmarse moralmente sin someterse a una disciplina, etc. Esta inapetencia de la indignación moral deriva fácilmente hacia la convicción de que el resentimiento es la vía más corta de acceso a la justicia.

¿Por qué es poético el apetito? Porque el apetente tiene más vocación de sujeto que de objeto.

Así como la indignación moral tiene su causa fuera de nosotros, la acción moral se origina en nuestra libertad responsable. Podemos decir que la náusea es una reacción incontrolable ante un espectáculo desagradable, mientras que el apetito surge espontáneamente de una constitución saludable. Tiene su causa en nosotros mismos.

La indignación tiende a centrar su atención en su propio padecer de manera tan intensa como inestable y efímera. Se desinfla tan rápidamente como se infla. Por eso no sabe crear hábitos estables. Crece y se dispersa súbitamente. Puede tener efecto a corto plazo, pero no educa el paladar. El apetito elige y busca qué comer; la náusea es un rechazo de lo comido. Con el apetito se descubren sabores, texturas y aromas que con la náusea se pervierten. El apetito se mueve en la luz y percibe con claridad; la náusea confunde nuestros sentidos. En el apetito el sujeto es dueño de sus gestos, mientras que en la náusea se abandona a su pasión hasta confundirse con ella al retorcerse sobre sí mismo. En la náusea se está incurvatus in se.

Gregorio Luri | 16 de junio de 2021

https://eldebatedehoy.es/noticia/enfoques/16/06/2021/moral-del-apetito/