El pasado día 4, Julio Merino publicó un
artículo en Diario Córdoba titulado “Por la Memoria Histórica”
del que quiero hacerme eco. Lamentaba, con sobrada razón, el sesgo ideológico
de unos ciudadanos cordobeses que pretenden cambiar de nombre al colegio Ramiro
de Maeztu por considerar que este vasco fue “uno de los escasos intelectuales
de nivel con los que contó el franquismo y sustento intelectual e ideológico de
los golpistas”.
Gregorio Luri
Fue detenido en julio del 36. Al comunicar
su detención, el diario socialista Claridad lo declara miembro
de “una generación de escritores traidores”. En la cárcel de Ventas escribió
varios capítulos de un ensayo perdido titulado Defensa del Espíritu.
Fue fusilado, sin juicio previo, junto a la tapia del cementerio de Aravaca el
28 de octubre.
Según Ramón J. Sender, a nadie le causó
conmoción su muerte en la zona republicana, “a nadie le extrañaba entonces la
muerte de nadie”. Sí se extrañó Georges Bernanos, que escribió desde Palma de
Mallorca el 30 de octubre: “El pensamiento de Maeztu, de una inspiración tan
entera y puramente española, es uno de esos pocos que, trascendiéndose a sí
mismos, deberían unir y no dividir, porque son liberadores”. Una buena prueba
de ello es el artículo que publicó el 17 de julio en la tercera de ABC, sin
saber que sería el último. Se titulaba «Conversiones» y concluía así: “La
civilización no puede darse nunca por supuesta. Hay que defenderla. Siempre
está amenazada. Como la muerte a la vida, así pone cerco la vida animal a la
del espíritu”.
¿Defienden la civilización los que
voluntariamente condenan al olvido el fusilamiento sin juicio previo de un
filósofo?
Si se quiere buscar ideólogos al
franquismo, buena cosa sería no detenerse en este antiguo liberal (véase su
conferencia en el Ateneo de Madrid el 7 de diciembre de 1910, La
revolución de los intelectuales) asaltado por la realidad y husmear un poco
entre los diversos promotores de la democracia orgánica. Ciertamente, Maeztu
defendía una organización corporativista de la sociedad, pero al hacerlo,
simplemente estaba en consonancia con lo propugnado tanto por los krausistas
como por figuras que se caracterizan posteriormente por ser inequívocamente
liberales, como Salvador de Madariaga. La representación de las corporaciones
científicas, económicas y religiosas, que era un principio krausista, fue
aceptada por la constitución de 1876. Si a todo el que ha defendido la
democracia orgánica lo consideramos franquista, flaco favor le hacemos a Julián
Sanz del Río, a Francisco Giner de los Ríos, al ya citado Salvador de
Madariaga, a Julián Besteiro… o a Fernando de los Ríos. Ni tan siquiera era un
facha Fernando de los Ríos por haber dado en México, en 1945, el discurso
titulado Sentido y significación de España.
Mucho me temo que los herederos actuales de la
democracia orgánica sean los defensores de una sociedad estamental que
desdibuja al ciudadano para dar paso a las diversas identidades grupales que se
consideran heridas, es decir, a una sociedad terapéutica que nos clasificaría
por patologías identitarias.
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