Gregorio Luri
En cincuenta
años nos hemos deslizado, sin apenas darnos cuenta, de la esperanza al miedo. Observen a los niños. Ya no se jactan de su valentía, sino de sus temores. Están convencidos de que el
movimiento se demuestra huyendo.
Los diagnósticos de
trastorno de ansiedad en la infancia no paran de crecer. Como los niños se muestran inseguros, los padres los privan de un
control significativo sobre sus propias vidas. Los sobreprotegen
para librarse de la angustia que les causa su angustia y así los fragilizan más. ¿Se han dado cuenta
de que cada vez se les retira más tarde el pañal a los niños?
-
Mi
nieto de 8 años -me confesaba un amigo-, vino el otro día asustado a casa,
repitiendo que “esto se acaba”. ¿Qué es lo que se acaba? -le pregunté.
-
¡Esto!
¡Todo! En diez años se acaba todo.
-
¿Pero
que es todo?
-
El
mundo, la naturaleza, ya sabes, todo.
-
¿Y
quién te la ha dicho?
-
La
profesora de inglés de la academia
La escuela está educando a las nuevas generaciones en el recelo al futuro. Ha
sustituido a Rousseau por Greta Thumberg
y repite a los niños que no hay posibilidades para el optimismo, que todo lo
que viene será peor y que no encontrarán refugio alguno para su humanidad
perpleja, porque ni en la familia se puede confiar. Antes se iba a la escuela
para tener un porvenir. Ahora se va para temerlo.
Este clima
pesimista está detrás del incremento de las demandas de protección que
dirigimos al Estado y de nuestro miedo a vivir a la interperie.
Cuando la cápsula Voyager fue lanzada
al espacio, en 1977, Carl Sagan quiso ofrecer una imagen optimista y
esperanzada de nosotros mismos a un hipotético receptor de su mensaje, por eso
utilizó los lenguajes de J.S. Bach y de Isaac Newton. Actualmente -creo- se
encuentra a 1.372,32 años luz de distancia, en la constelación de Camelopardalis.
¿Qué mensaje querríamos transmitir hoy sobre nosotros mismos? Más de uno pensará
en un S.O.S.
Han desaparecido los mesianismos
laicos, pero sorprendentemente, se mantiene vigente la convicción del poder revolucionario del miedo como
instrumento disciplinario. Si se quiere cambiar, la amenaza parece más creíble que
la esperanza. Lo que ocurre es que el incremento del miedo lleva aparejado el
de la inseguridad en nuestras capacidades para encarar los retos futuros y, por
lo tanto, perdemos perspicacia. Hoy el miedo es la actitud natural del
“concienciado”.
Si, como
decía Marcelino Domingo, la esperanza del Mesías es el Mesías. Nos hemos
quedado sin Mesías.
San Pablo hablaba de “ho nyn kairós”
(el tiempo de ahora, o el tiempo del entrambos) para referirse al momento
histórico que iba de la resurrección de Jesús a Su segunda venida. Gunther Anders, uno de los padres del
catastrofismo contemporáneo, reinterpretó este concepto como “el tiempo de
demora”, o “del aplazamiento”, el tiempo de la víspera de la explosión de la
bomba.
Nota bene: Bueno la Voyager aún yendo a la velocidad de la luz no podría estar a más de 43 años luz de distancia.
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