En
tiempo de guerra, como el presente, cuando las necesidades son mucho mayores
que los recursos, la moral kantiana (utilizar al hombre siempre como fin, nunca
como medio) se retira para dejar paso a la moral utilitarista de Bentham
(podemos dejar morir a un anciano si así podemos intentar salvarle la vida a un
joven).
O
sea que, efectivamente, tenemos una doble moral: una para tiempos de paz
(kantiana) y otra para tiempos de guerra (utilitaria). Pero esto es como decir
que toda consideración sobre el valor intrínseco de una persona sólo es creíble
en el paréntesis que media entre dos conflictos o, lo que es lo mismo, sólo es
creíble mientras la naturaleza no molesta. […] Rawls concluyó, al observar este
hecho, que estamos atrapados en una doble moral, según sean las que, siguiendo
a Hume, llama “circunstancias de la justicia”.
La
circunstancia que hace posible la justicia es para Rawls “la escasez moderada”.
La justicia es necesaria porque competimos entre nosotros por bienes
moderadamente escasos. Pero si lo que está en pugna es un bien que afecta a mi
propia existencia, entonces veo las demandas de los otros como un riesgo
existencial.
No
siempre es así. Algunos, cuanto mayor es el riesgo existencial, más
afirman su voluntad de mantener firme el principio kantiano del respecto
absoluto de la dignidad del otro, sean las que sean las consecuencias. Es lo
que hacen los santos, muchos de los cuales no han leído a Kant, pero sí el
Evangelio. Es el caso de Giuseppe Berardelli, un sacerdote italiano de 72 años,
que ha renunciado al respirador que su parroquia (en Bérgamo) le había
comprado, para cedérselo a un joven desconocido, gesto que le ha costado la
vida.
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