EL PAÍS 31 MAR 2020

Parece un esbozo de El castillo que quedó tan inacabado como el Abraham imaginario,
pero en la carta usa una frase, “poner a punto la casa”, que no figura en el
Génesis. Viene de Isaías, cuando
el profeta anuncia su muerte a Ezequiel. “Pon
a punto tu casa
porque morirás y no vivirás
más”, le dice.
Kafka traslada (¿adrede, sin conciencia?) la frase
de un libro a otro
para que coincida con su Abraham
indeciso y hacendoso, tan cabezudamente ocupado con las cosas
de la casa que no tiene tiempo
para degollar a Isaac.
Es una alabanza de la atonía ante la Ley. Siempre distraídos con
las tareas de la casa
(un dinero, un hijo, un libro, un fornicio, un partido), olvidamos que la muerte
se cierne y de ese modo evitamos tomarnos
en serio como carne mortal.
Son tiempos de coronavirus y estamos cerrados
en la casa donde seguimos poniendo las cosas
a punto, en tanto que fuera aúlla la huracanada voz que
exige sacrificios y muertes girando sobre nuestro terrado. La actual es una situación excepcional, pero nos ilumina sobre
la vida llamada “normal”. Si esta vuelve, ¿salimos al mundo o seguimos arreglando la
casa?
¿Empuñamos
nuestra condición o reparamos un grifo? Cuando
acabe la plaga
y nos hallemos en un mundo arrasado, ¿Kafka o Abraham?
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